viernes, 7 de febrero de 2014

El demonio en la vida de Santa Teresa de Lisieux: "La extraña enfermedad".


Declaraciones de testigos en el Proceso de beatificación y canonización de Santa Teresa de Lisieux con respecto a la extraña "enfermedad" a la edad 10 años. 
De Pascua a Pentecostés de 1883




Su prima Marie declaraba así:

“La Sierva de Dios -dice-, estaba en casa de mis padres, por ausencia del suyo, cuando se declaró la enfermedad que padeció a los diez años. Comenzó el mal por temblores violentos que, al principio, hicieron creer fuera fiebre. Después se manifestó, con la depresión, un estado de semialucinación que le hacia ver diferentes objetos o las actitudes de aquellas que la rodeaban bajo formas terroríficas. En el período más intenso, padeció muchas crisis motoras, durante las cuales realizaba movimientos rotatorios de todo el cuerpo de que no hubiera sido capaz absolutamente estando sana. El médico, Dr. Notta, no se pronunció claramente sobre la naturaleza. Mi padre,(por el  Dr. Francis La Neele) que por su profesión y sus estudios era muy experto en el conocimiento de sus enfermos, no podía resolverse a ver tan solo una enfermedad natural. Veía una acción del demonio”.


Teresa sostiene una cuerda para saltar en sus manos. 

  

Sus hermanas Léonie, Céline y Marie decían de estos sucesos:

" Los ojos, tan serenos y dulces, tenían una expresión de espanto, imposible de des­cribir. Su rostro estaba pálido y transparente. Los rasgos dolorosamente contraídos. 

Se erigía sobre la cama, y poniendo su cabeza ante sus pies ejecutaba una voltereta que muchas veces la arrojó brutalmente contra el suelo por encima de la balaustra­da de la cama· Por último se advierte la gran agitación de pies a cabeza: Comenzó por temblores violentos. 


 Frecuentemente era empujada por una fuerza desconocida a precipitarse por la cabece­ra de su cama contra el pavimento ... Se ponía, de repente, de rodillas, y sin ayudarse de sus manos, que se apoyaban sobre la cama, intentaba hacer llegar los pies adelante. 

Tomaba sobre la cama actitudes y ejecutaba movimientos de una gimnasia extraña ... Una vez se arrojó contra el suelo por encima de la balaustrada de la cama sin hacerse el menor mal. 

No podíamos dejarla sola. 

Un día que me ausenté por unos instantes tan sólo, aprovechó mi ausencia para arrojarse contra el suelo por encima de la cabecera de la cama. Al volver quedé aterrada, pero no se había hecho ningún daño.

 Cuando se declaraban las crisis convulsivas quería precipitarse por encima de la baranda de la cama y nos veía­mos precisadas a sostenerla. 

Además de estos movimientos rotatorios que la arrojaban contra el suelo, experimentó otra forma de accesos, directamente suicidas, manifestados en los violentos golpes que se daba con la cabeza contra la cabecera de la cama .


Se golpeaba la cabeza contra la madera de la cama, como para matarse". 


"A todo esto se juntaban gritos estremecedores. Los testigos los calificaban de -desgarra­dores, que helaban a quienes los oían. Lanzaba gritos aterradores que tenían algo de sobrenatural; había que haberlos oído para darse una idea"

Celine y Leonie Martin (hermanas de Teresa), con sus primas Jeanne y  Marie Guerin. Tom, se metió en la imagen también, el perro de Teresa.


 

¿Cómo fueron las alucinaciones de Teresa? 


Todas fueron presididas por estas palabras de la Santa, que son esenciales en esta “enfermedad”:

“Decía cosas que no pensaba, casi siempre parecía estar delirando, y, sin embargo, estoy segura de no haber estado privada un solo instante del uso de la razón”.


Las alucinaciones de Teresa se  transforman los objetos que tiene ante sí. La Santa tiene abiertos los ojos, y aquello que ve se transforma en imágenes horrorosas. 


«Los objetos más insignificantes tomaban a sus ojos la forma de monstruos horribles. Algunos clavos de las paredes de la habitación se le aparecían de repente como grandes dedos carbonizados, y exclamaba: ¡Tengo miedo, tengo miedo! «Los clavos de las paredes tomaban a su vista formas horribles que le causaban espanto. Con frecuencia no reconocía a los suyos. Sobre todo una tarde se espantó tremendamente, al acercarse su padre teniendo el sombrero en la mano. Ese objeto le pareció una bestia terrible”.

Con razón han calificado sus hermanas estas crisis, como «crisis de terrores extraordi­narios”. 


“Llegado el mal a su estado agudo, se manifestó mediante crisis de terror que se declaraban, inopinadamente, a causa de fútiles circunstancias, con frecuencia varias veces al día”. “Eran crisis de terror con visiones horribles”. “Las crisis se sucedían sin interrupción”.

 
No puede negarse la existencia de una causa preternatural (Que excede las capacidades de la naturaleza humana) en la enfermedad de Teresita. 


Todos los Santos, desde Job a Jesús y de Jesús hasta hoy, han experimentado, de un modo u otro, la interven­ción de Satanás. 


El hombre es algo más que materia, es espíritu. Y el espí­ritu y la materia constituyen, los dos, sustancialmente unidos, el hombre. Mutuamente repercuten los fenómenos corporales en el espíritu, y los es­pirituales en el cuerpo.
 

Además, el demonio tiene poder para influir en el cuerpo, supuesta siempre la permisión divina. 

 
El demonio es impotente para privar del co­nocimiento, de modo que la persona conserva su libertad interna, aunque no la externa.
 

Así se explica cómo uno puede darse cuenta perfecta de cuanto le ocurre, y, sin embargo, ver a su cuerpo juguete del demonio. 


«Decía cosas que no quería decir -testimonian sus hermanas- y perdía aparentemente el uso de los sentidos, pero sin embargo no estuvo un solo instante privada de su razón… y que cuando parecía privada del sentido, oía y comprendía cuanto se decía en torno suyo”. 


La propia Santa, afirma ro­tundamente, con solemnidad inusitada en ella: «(…) decía y ha­cía cosas que no pensaba; casi siempre parecía delirar diciendo palabras sin sentido, y sin embargo estoy segura de no haber estado privada un solo instante del uso de mí razón. Frecuentemente parecía desvanecida sin hacer el más li­gero movimiento. Entonces, me habría dejado hacer cuanto hubieran que­rido, incluso matarme. Con todo yo oía todo lo que decían en torno mío, y toda­vía me acuerdo de todo ello ... » 


“Oía claramente -en plena exaltación o depresión- ­cuanto se hablaba en mi derredor, aunque fuese en voz baja”


Así Teresa pudo oír cómo su familia no tenía ya otra esperanza de curación que la de obtener un milagro. 

 Teresa en el Carmelo 1889

 
Explica la misma Teresa la causa preternatural de su enfermedad con exactitud más propia de un teó­logo, distinguiendo maravillosamente los po­deres del ángel caído, limitados a lo exterior del alma: «Creo -escribe en 1895- que el demonio había recibido poder exterior, pero no podía acercarse a mi alma ni a mi espíritu, si no era para inspirarme terrores grandísimos» 


He ahí toda su enfermedad y su causa. La Santa se siente juguete del demonio. líneas antes escribía con aplomo insólito en ella: “No sé cómo describir tan extraña enfermedad. Ahora estoy persuadida que era obra del demonio”.
 

“La enfermedad, de que fuí herida, venía ciertamente del de­monio”.


*  Frecuentemente era empujada por una fuerza desconocida a arrojarse contra el suelo.


*  Decía cosas que no quería decir.


*  El demonio había recibido poder sobre ella.


*   Sufría violencia en sus sentidos.


Todavía existe una prueba muy convincente para estar seguro de que la Santa estaba en posesión de sus facultades superiores. Son los escrúpu­los, que, a su vez, son señal de obsesión diabólica. 

Afirman los místicos: estos casos de obsesión resultan una fuente de escrúpulos para las personas así atormentadas en el cuerpo


Los Santos conservan el conocimiento y las bridas de la voluntad en los ataques del demonio. 

Este privilegio, que el enemigo tendrá siempre que respetar, es causa de cavilaciones, que su­ponen viva luz de la inteligencia y la posesión de la voluntad. Teresa tuvo escrúpulos de haberse fingido enferma. ¿Las palabras, las acciones, los ges­tos procedían de verdadero malestar o los fingía ella, puesto que se daba cuenta de todo?

"No sé cómo describir una enfermedad tan extraña -escribe la Santa-. 
 
Ahora estoy persuadida que era obra del demonio, pero mucho tiempo des­pués de mi curación creí que yo había hecho adrede por estar enferma, y esto fué un verdadero martirio para mi alma».


extractado en el trabajo del Padre Barrios Moneo C.M.F.  UN PROBLEMA OSCURO EN LA INFANCIA DE TERESA DE LISIEUX. ¿HISTERIA O DIABLO?