miércoles, 19 de febrero de 2014

Puede Ladrar, pero no morder


Puede Ladrar, pero no morder

«El diablo puede ladrar, pero no puede morder; te puede atemorizar, pero no hacerte daño. Y esto te lo aseguro delante de Dios, en presencia del cual te hablo». 
San Vicente de Paúl


En la raíz de las tentaciones del diablo se presentan dos movimientos: el amor de Dios por los hombres y la odiosa envidia de Satanás. 
Dios permite la tentación por amor, para dar a la criatura humana la ocasión de elevarse hacia Él por actos de virtud; el demonio realiza la tentación por odio, para hacer caer al hombre. 
Dios ofrece al hombre una ocasión de subir y Satanás utiliza esta misma ocasión para hacerle caer.



Así, por una misteriosa orden de Dios, sin saberlo, sin quererlo, a pesar suyo, contra las inclinaciones de todo su ser, Satanás contribuye indirectamente pero realmente a la extensión del Reino de Dios sobre la tierra. 



¿No es ésta, por otra parte, la razón de su presencia entre los hombres hasta el último juicio, antes de ser precipitado en las profundidades del infierno?.
Que Dios controla y utiliza para sus fines las actividades de Satanás. ¿Por qué temblar delante de la potencia de Satanás? Jamás corre como un perro rabioso que hubiese roto su cadena. Dios lo tiene siempre encadenado, de día y de noche.
Santa Teresa del Niño Jesús usaba una imagen para mostrar los límites del poder de Satanás: comparaba el diablo a un gran perro malo que no puede nada contra una niña pequeña subida en las espaldas de su padre.
A un sacerdote de la Misión, a quien Satanás tenía razones para odiar, San Vicente de Paúl le escribía: «El diablo puede ladrar, pero no puede morder; te puede atemorizar, pero no hacerte daño. Y esto te lo aseguro delante de Dios, en presencia del cual te hablo».
Fuente: libro, Ángeles y demonios de Georges Hubert.

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