Exorcismo y discernimiento
Don Gabriele Amorth, el conocido exorcista del Vaticano nos habló, en una conferencia, de una cuestión muy importante para la vida de los cristianos, sobre todo en este tiempo en el que luz y tinieblas se contraponen de forma evidente. El tema tratado, "Exorcismo y discernimiento", puede sintetizarse en tres puntos.
1. La existencia del demonio. Ante todo hay que encuadrar el problema de la existencia del demonio, cuestionada por un buen número de teólogos racionalistas, los cuales querrían interpretar a Satanás sólo como un mito o un símbolo del mal en general. A estos estudiosos les recordamos la enseñanza del Catecismo de la Iglesia Católica: "cuando al final del "Padre nuestro" se dice "líbranos del mal", por "mal" se entiende la persona del Maligno, no el mal en general" (CIC n.2851).
El Papa Pablo VI dijo respecto del diablo: Satanás es un agente perverso y pervertidor…no es sólo un demonio, sino una temible pluralidad. Por tanto, Satanás es persona, más bien, es una pluralidad de personas; comprende todos aquellos ángeles que, habiéndose negado a obedecer a Dios, se convirtieron en demonios, es decir, rebeldes y malditos. Como base de esta doctrina de la Iglesia, es oportuno buscar en la Biblia esos fragmentos donde aflora que la existencia de Satanás está claramente revelada en la Escritura; además, puede comprenderse que hablar del demonio significa hablar indirectamente de Cristo, porque la Biblia afirma que Jesús es el Salvador en cuanto que vino a liberarnos del poder del Maligno. "Satanás es libre, inteligente y con espíritu de iniciativa".
2. La acción del diablo. Su actividad principal, que podemos definir como ordinaria, consiste en tentar al hombre para que haga el mal, buscando alejarlo de Dios. Por esto, no es suficiente "creer en Dios" - como de hecho cree el 90% de los italianos - sino que hay que cumplir la voluntad de Dios. "En mis 45.000 exorcismos - explica irónico don Amorth - no he encontrado nunca un diablo que no crea en Dios. Creer no sirve para nada; lo que hay que hace falta es cumplir con lo que Jesús nos pide" (cf. St 2, 14-20; Mt 7,21).
A esta acción tentadora del demonio estamos todos sometidos, y durante toda la vida, como también lo estuvieron Jesús y María; por esto, hay que vigilar, evitar las ocasiones de pecado y, sobre todo, orar, porque solos perdemos la lucha contra Satanás, mientras que unidos con Cristo en la oración la vencemos.
Luego hay una actividad extraordinaria del demonio, que consiste en procurar molestias particulares, excepcionales; esto ocurre a veces por culpa nuestra, pero a veces también ocurre por culpa de otros. Podemos clasificar estos males en 4 categorías, aunque aún no existe entre los exorcistas un lenguaje común para describir los fenómenos demoniacos.
* posesión: el diablo entra en el cuerpo humano y se manifiesta con gestos y palabras. En ese caso ha de quedar bien claro que Satanás no puede nunca apoderarse del alma.
*vejación: el demonio ataca a una persona con sufrimientos y maleficios, actuando en el plano de la salud, de los afectos o del trabajo. Es un caso muy difícil de discernir porque a menudo estos males vienen de Satanás pero de un modo indirecto, no evidente, hasta el punto de parecer fenómenos naturales. Por tanto, las personas afectadas, a menudo incomprendidas por sacerdotes y obispos que a veces saben poco de estas cosas, buscan ayuda en brujos; y los problemas luego se complican, porque la eficacia de la magia viene del reino de las tinieblas.
Es una ilusión estúpida pensar que la magia blanca, ésa que se realiza teóricamente "con un buen fin" pueda utilizar el poder del Maligno para traer beneficios y eliminar el mal. La magia siempre es negra y maléfica, incluso cuando se presenta como "buena".
* obsesión: se trata de perturbaciones que tiene el hombre, que afectan a su serenidad interior, su equilibrio psico-emotivo. Satanás ataca causando turbación, angustia y tormentos íntimos.
* infestación: son aquellos maleficios que afectan a las cosas y a los animales. El Catecismo de la Iglesia Católica afirma que se pueden exorcizar también las cosas (CIC n.1673), y en efecto, es necesario a veces exorcizar casas o lugares.
Todos estos males particulares, que sin embargo no tienen nunca poder sobre el alma, se reciben por 4 motivos:
- por libre iniciativa del demonio. Dios, en virtud de la libertad concedida a las criaturas, tolera que Satanás obre el mal, aunque el mal no sea la voluntad de Dios. Esto no es tanto un permiso de Dios al mal, como una no-intervención inmediata suya. Los motivos de esta voluntad divina en parte se nos escapan; pero sabemos que Dios tiene el poder de transformar el mal en bien. Muchos santos han sido atacados por posesiones, vejaciones, obsesiones, y se han santificado a través de estas pruebas: Padre Pío, el Cura de Ars, S. Gema… No olvidemos pues el valor de la cruz. Los males satánicos, ofrecidos en sacrificio a Dios, tienen un poder de redención enorme.
- por frecuentar lugares peligrosos: magos, astrólogos, grupos satánicos, sesiones espiritistas.
- persistencia en pecado grave. Con el paso del tiempo, nos "endurecemos" en el pecado y el mal enraíza profundamente en nosotros.
- maleficios: es la causa más común, abarca el 90% de los casos, y no depende del que recibe los males. "Maleficio" significa un mal hecho con la ayuda del demonio. ¿Quién puede realizarlo? No todos, sino sólo los brujos que están realmente en contacto con el diablo. Hay varias formas de maleficio: hechizo, atadura, mal de ojo… El culpable de estos males es quien ordena el maleficio y quien lo hace.
El objetivo de estas oraciones es el mismo del exorcismo, o sea, expulsar a Satanás; pero mientras que el exorcismo es la oración oficial y pública hecha en nombre de la Iglesia - y por esto es por sí misma más eficaz - la oración de liberación es siempre una oración privada, la cual, en algunas casos puede dar también grandes resultados. En la época de S. Catalina, de hecho, ocurrió que se le llevaban a ella los casos de posesiones más difíciles: Catalina, que no era sacerdote pero era santa, conseguía liberarlos. Así también S. Francisco, S. Leopoldo Mandic y tantos otros santos, que sin ser exorcistas, liberaron a muchos endemoniados. En líneas generales, el poder de expulsar los demonios depende de la fe y de la oración.
Massimiliano Curletti
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